martes, 29 de enero de 2013

Bares y Desconocidos.


Estaba cansado de lo de siempre; otra mañana en la que el despertador sonaba antes del amanecer. Me vestía perezosamente, desayunaba mi leche con galletas igual que el niño que un día fuí y me pasaba unos cinco minutos mirándome en el espejo, analizándome; queriendo ver a otra persona. Cogía el móvil, la cartera, las llaves de casa y salía a sprint por la puerta con la esperanza de no llegar tarde a trabajar, no podía permitirme otra bronca. En el bus veía pocas caras nuevas, pero todas igual de largas... Yo me sentaba como siempre al final del todo con los cascos el boli y el papel escribiendo todo lo que se me pasaba por la cabeza; era uno de mis momentos preferidos de mi día a día...¿Quién me iba a decir que mi vida cambiaría tan rápido?. 
La conocí esa noche sin nombre; allí estaba... en el fondo del bar  apartada del resto, como esperándome. Miraba el vaso ya vacío con la mirada perdida, ajena al bullicio del antro. Era una chica normal; sin embargo desprendía un magnetismo sobrenatural. Esa melena rizada, esos ojos almendrados, esa suntuosa básica negra que dejaba al descubierto sus hombros...Me decidí a hablarla y descubrí que eramos tan iguales como diferentes. Las copas fueron cayendo y las horas pasando. Cada vez que se reía notaba un torrente por mis venas, mi corazón latía como nunca. Tenía la sensación de que ya había hablado con ella anteriormente y entonces...las seis de la mañana ya, el bar cerraba, pero mi corazón estaba abierto para ella las 24 horas. Nos dimos los teléfonos; volveríamos a vernos.
Volví a casa haciendo eses pero con las ideas muy claras. A la mañana siguiente me desperté con un sms de buenos días, cómo no de la chica de anoche; quién sino. Decía de quedar la próxima semana para tomar algo y hablar...bendita sea la sonrisa de idiota que dibujaste en mi cara. Al fin tenía un motivo para levantarme al siguiente día.

Una noche de mierda más tras un día insufrible de curro, aguantando la misma voz chirriante de mi "adorada" jefa, los mareos de las tías por si había una talla más o menos de esos pantalones que se han puesto de moda; por no hablar de las 200 camisetas que habré doblado incontables veces. Aunque era viernes,  así que decidí que en vez de dejarme engatusar por la misma idea de siempre la cual era manta, sofá y película en la misma soledad que me acompañaba la mayoría de días al llegar a mi piso; iba a ducharme y salir por ahí.
Y dicho y hecho, no me arregle mucho la verdad.. me puse esos pitillos oscuros que tanto me gustan, la básica negra sin hombros y los botines con un poco de cuña. Cogí el bolso, las llaves, el casco y la cazadora de cuero; hacía fresco.
No sabía muy bien a donde me dirigía,sin embargo sin darme casi cuenta paré en el mismo antro de siempre, pedí lo de siempre, me senté donde siempre... Era chica de costumbres.
Estaban los tíos babosos que ya había visto más de una vez, aquella camarera rubia que tenía más o menos mi misma edad; aunque por como se solía maquillar parecía que me sacaba bastantes años.
Cuando ya tenía mi vaso de cerveza delante; apartada de todos los demás, me puse a pensar. En cuando encontraría un curro en condiciones acorde a lo que había estudiado, en como echaba de menos a aquel grupo de baile que se fue a la mierda por discusiones tontas, en lo que echaba de menos y aún no había tenido; y todo así, de seguido, sin más. Estaba desconectada totalmente de todo lo que me rodeaba hasta que de repente oí una voz.
"Perdona...¿está ocupada esta silla?". Joder, era un chico de ojos azules, con el pelo ni muy corto ni muy largo y una voz de las que a mi me gustaban.
"Sí, bueno no"-contesté yo. En ese mismo instante me sentí idiota; él se echo a reír mientras yo sentía como me subían los colores.
Empezamos a hablar, compartíamos tantas cosas que a veces daba miedo. Según iba pasando la noche, las horas e íbamos bebiendo más y más cervezas... me repetía sin querer la misma pregunta en la cabeza '¿ Dónde has estado todo este tiempo?'. Nos contamos mil cosas; incluso algunas que no contaba a nadie. ¿ Sabéis de esa sensación de que conoces de siempre a alguien que acabas de conocer? pues era la que sentía  con este chico. Tenía la sensación de que podía quedarme mirando aquellos ojos mil noches seguidas e incluso a veces notaba como los latidos se iban acelerando. 
Llegó el momento de volver a casa. Pillada del cielo de aquellos ojos, con un número nuevo en la agenda del móvil y con unas cuantas copas de más en el cuerpo; la verdad es que me las ví bien putas para pillar la moto... aunque llegué. Al despertarme, notarme la resaca que llevaba encima y recordar aquella noche sonreí, pillé el móvil y le mandé un sms '¡Buenos días, pedazo de feo! espero que te acuerdes de quien soy y sino... para refrescarte la memoria, soy la chica a la que le invadiste su mesa ayer. ¿ te apetece repetir el viernes que viene? Un beso.' 
Sin duda él cambió mi viernes de mierda y desde esa noche tenía claro que ya nada volvería a ser igual.

Álex y Belén.